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CEREMONIAS CON HONGUITOS

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Descubrir que las plantas mágicas se usan en el plano terapéutico y ceremonial fue toda una revelación de mi imagen creada entre su ilegalidad prejuiciosa y la psicodelia lúdica. Me hizo darles dimensión, pues. Ahora que hasta se van poniendo de moda, quiero ofrecer algún indicio en mi experiencia sobre ese potencial sanador y algunos cuidados chamánicos.

No profundizo en las terapias clínicas con enteógenos porque hay mejores estudios, protocolos y documentales sobre cómo cambiar tu mente con esta opción que retoma validez científica… gracias a Dios. Aquí la onda son los hongos, su ritual y mi propia labor de sanar bloqueos emocionales usándolos como herramienta, aunque al final recibí el aval de la tradición mazateca para compartirla con los demás.

Dimensionar estas drogas como medicina sagrada, decía yo, partió de los trabajos con el grupo de estudios místicos Hermondor y su M. Uru, para quienes ninguna planta de poder se consume si no es en ceremonia, incluido el tabaco; ese respeto es un punto de partida clave, para no distraer la intención terapéutica en lúdica pachequéz.

Yo coincido, sin embargo, fumo. Y también percibo diferente el contacto con el híkuri, ligado de forma endémica a las culturas wixárika y otras del norte, frente a los variados usos para las setas psicoactivas a través del mundo y las épocas (festejo, visión, encantamientos…). O sea, me parecen menos rigurosos, aunque suelen consumirse bajo rituales y motivos muy personales.

Muchas etnias las han usado para curar, pero pocas lo conservan -en Siberia, Papúa Nueva Guinea o Canadá, según el micólogo antropólogo Gastón Guzmán- y ninguna al nivel de los mazatecos. En Huautla las velaciones son una intermediación del sanador con las energías a través de rezo, canto, limpias y visiones sobre el daño del paciente; como un abogado ante santidades, el dueño del monte -Chikón tokosho-, la Muerte o el mismo Dios -Nainá-.

Obvio, la cosa cambia para quien va a viajar en vez de sanar; lo noté con Julieta Casimiro, años antes de ingresar al Consejo de 13 Abuelas Indígenas. La sanadora no consume la medicina ni pide al cliente seguir estrictas restricciones en dieta, sexo y más; incluso algunas no son curanderas, sino rezanderas que facilitan el viaje por unas horas. De las buenas, como mi M. Aurora, ya quedan pocas y no son garantía de esa guía chamánica en la mente citadina.

Vaya, ni una mítica sesión con María Sabina garantizaría aliviar la depresión o iluminar el alma. No es una pastilla contra el síntoma, sino el detonador de cambios internos que ayudan a reprogramar la mente para trabajar esos objetivos. Comprobado; estudios de resonancia magnética al viajar muestran una insólita interconexión cerebral que puede modificar a largo plazo la manera de percibir las cosas.

El agua significa emoción. Los Santitos, igual al cuerpo, son líquidos en su mayor parte y eso es lo que mueve su viaje: lágrima, sudor, moco… y en esos humores se drena parte del daño contenido. Su espíritu M. sabe lo que hace. Fui testigo de curaciones milagrosas y no las atribuyo al guía, tanto como a la intención y el proceso personal.

La ceremonia es un ancla energética a la realidad al manejar elementos y ofrendas (copal, cacao, san Pedro -picietl-) que protegen ante la apertura sensorial y favorecen la actitud y el entorno -set&setting- del procedimiento clínico. Lo básico en ambos casos, es poner toda tu atención en ti. La mente se vuelve sugestionable con los psicodélicos y hasta el guía mejor intencionado puede transferir sus creencias durante el ritual o en el indispensable trabajo para aterrizar la experiencia; aprovéchalo para buscar la catarsis y tus propias respuestas.

Con este post quiero decir: No te dejes chamanear ahora que está de moda. Existe un Código de Ética para Guías Espirituales como base para evaluar un servicio ritual comprometido con la sanación y las mismas medicinas sagradas; pero cualquiera puede ser de ayuda -autóctono o citadino- si sabes a lo que vas, pones atención a cuánto te compras… y ojo si se esfuerzan en convencerte de lo que se creen.

Para devolver a la gente estas herramientas del riesgo lúdico y legal que les crearon, no demerito a quien buscó su propia visión ni al psiquiatra escéptico ni al charlatán manipulador. Hasta un rave con chocohongos puede traer una vivencia mística, carajo; sólo conviene saber que un viaje se puede dirigir hacia un potencial muy superior.

Al cerrar este texto, pasa a otra dimensión el mara’akame kawitero, Juan López de la Cruz, guía oficial del grupo Hermondor en la tradición wixárika y un ejemplo verdadero de chamán (poderoso en dones, líder para su comunidad, servicial con el mundo). A él estas letras.

¡Pamaparius! -Gracias-, siempre.

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