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DOLOR DE MUELA

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Durante mi tiempo en Huautla logré superar un dolor de muela inmune a la endodoncia y otros tratamientos, luego de acostumbrarme a masticar de un solo lado por unos cuatro años. Fue un tema particular de trabajo interno en varios de mis viajes con honguitos, para revelar la parte emocional detrás del problema. Este post es un caso personal de sanación a través de métodos alternativos y de cuando un libro nos “llega por algo”.

Sólo mencioné el asunto en la introducción a esta Temporada, entre mis procesos de auto descubrimiento, y como un ejemplo de ese trabajo interior, bajo la metodología psiconáutica que me inventé para dar sentido a tantos pinches viajes. Controlar mi recuperación dental, más allá de ir al médico en el pueblo, fue apenas una parte del enfoque en mi cuerpo físico. Más adelante te comparto algunas notas en mi bitácora de vuelo que explican mejor esta chamba.

El dolor se detonó a inicios del 2013 por una simple limpieza y otros conflictos bucales; los procedimientos sobre mi primer molar inferior derecho duraron hasta el 2015 y lo di por aliviado en febrero de 2017, aunque al final de cuentas, perdí la pieza. Fueron dos o tres endodoncias hasta llegar a la apicectomía -quitar la raíz por debajo- y luego cambiar de médico al no hallar alivio. Me destaparon la muela varias veces en busca de astillas -restos reticulares-, burbujas en la curación o sensibilidad al pegamento; me hicieron guardas por apretar los dientes -bruxismo- y me rasparon las encías dañadas -cureteo-, pero no se recuperaron lo suficiente.

La conclusión fue una bolsa periodontal, causada por mis hábitos de fumar, tomar café y postergar la visita al dentista, que dolía por la presión al masticar y se disolvería con el tiempo y una higiene correcta. Tenía sentido, pero debía haber algo más por hacer. Mis únicas referencias eran la relación psicológica con mi papá, quien también tiene problemas dentales frecuentes, y con cuánto influyen las emociones en la manifestación de todas las enfermedades.

Con eso me fui a Huautla y comencé a explorar mi dolor, el diagnóstico y el proceso entero con diferentes acercamientos, hasta que logré vincular todo cuando llegó a mi vida el libro La enfermedad como camino, de Thorwald Dethlefsen y Rüdiger Dahlke. El título sugiere en sí un cambio de perspectiva y se refiere a integrar la sombra del padecimiento para darle un significado. Cada órgano del cuerpo responde a una polaridad de emociones, que ya sea por exceso o carencia, inducen un mal funcionamiento o la infección de un microbio; así, una interrogación profunda para ubicar las causas en conflicto, puede llevar a su equilibrio.

Los dientes indican vitalidad y agresividad, dos polos de una misma fuerza; así como las encías representan su base en confianza y auto seguridad. Es importante tomar en cuenta la interpretación personal y las expresiones culturales al respecto, pero me hizo mucho sentido -parafraseando- el hecho de que morder sea un acto agresivo en su capacidad de agarrar, rasgar o atacar (“pelar los dientes”); una mala dentadura muestra dificultad para manejar o expresar esa fuerza (“hablar de dientes hacia afuera”), así como rechinar o apretar la mandíbula sugiere una agresión contenida (“algo duro de roer”).

En varios aspectos, me sentí encuerado por este par de alemanes. De pronto venían al caso mis nociones de psicología, los recuerdos del bullying, conflictos de pareja, patrones de aceptación y digamos, ciertos mecanismos de defensa difíciles de enumerar. Tuve que asumir mi agresividad natural, reprimida por temor a ejercer una violencia inconsciente. Ahora, al revisar mi bitácora, veo que le “hinqué el diente a mi problema” de diferentes maneras en 22 de aquellos viajes con los Santitos.

Desde el primero, hice un recorrido corporal para ubicar y soltar mi dolor; en otros, la intención fue buscar su origen, percibir el daño del tabaco, desinflamar la bolsa o recuperar la encía. Pedí sanación a través de Reiki y limpias con plumas, ubiqué la causa de mi bruxismo en la prisa y el pensamiento obsesivo, me permití gruñir y gritar mis enojos, y después de once viajes dedicados al tema, comencé una terapia de acupuntura con una gran terapeuta en Huautla (también alemana) y apareció el dichoso libro.

A partir de entonces, me hicieron sentido nuevos acercamientos, como pensar que la muela me obligaba a “mascar las cosas” del lado izquierdo -femenil-, para “digerirlas” desde la intuición y el pensamiento analógico; con lo emocional en vez de lo mental, pues. Hice ejercicios para transmutar la agresividad reprimida en expresiones de vitalidad, meditación activa de validación y confianza, o visualizar el dolor como un relámpago muy frío de sabor metálico. Y en uno de esos viajes, una presencia femenina me drenó la bolsa periodontal, mientras yo reconectaba mi red nerviosa.

Dos meses después, y tras cinco sesiones de acupuntura (por cierto, odio las agujas), el dolor se volvió intermitente hasta desaparecer por completo y luego recibí de nuevo a esa entidad femenina para una última sanación en mi viaje número 56 del total… Lloré como bebé en absoluto agradecimiento. Ya fuera éste un contacto místico o una mera proyección de mi dualidad, me gusta creer que esas coincidencias externas vienen a ayudar en mis procesos… como un buen libro.

Éste me llegó por algo, e igual elijo creer que descubrí la razón. Fue un código para interpretar mi trabajo interno con el cuerpo, emociones, patrones mentales y conocimientos dispersos en esta visión integral de la salud alternativa, redimiendo a la científica por sólo suprimir los síntomas con analgésicos o endodoncias. Quizá la bolsa se deshizo solita, sin tanto rollo ni medicina ancestral, pero aún agradezco el proceso para integrar las sombras de mi personalidad y la idea de poder mascar de ambos lados todo lo que me nutre.

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