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EL MAGO Y EL CHON

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Este post es como una carta… que ojalá fuera una rola para dos amigos con mucho en común -en mí-. Pero mi desidia habitual es sañosa con mi guitarra, que anduve paseando por mis viajes sin practicar, y escribirles resulta la manera de cultivar la pasión que reconocí, mas no le aprendí del todo a estos dotados músicos, literatos y enormes filósofos de vida.

En ese movimiento entre la banda de San Cristóbal que conecta a los complementarios, creo haber integrado su pensamiento a través de sus historias (esas sí, como de película): Uno, con una visión de espiritualizar lo físico, vivir el momento, cantar a la Luz y capaz de una crítica compasiva, pero enfática. Otro, con una postura práctica de su misticismo, de vivir al máximo, gritar desde lo profundo y de un fantástico humor irreverente.

El Mago nació argentino en los años 60, llamado Sergio Borja y célebre como “Capitán Flais”. Al principio componía de oídas, cantaba a cambio de una cena y los músicos subían a acompañar sus letras; era el poeta y pintor prototipo del pueblo por su onda austera y palabra profunda, quizá como resultado de la pasión juvenil por la cual cambió su vocación a la iglesia por el ejército, para honrar el peronismo de sus padres.

El Chon nació gringo en los 50, y le llamé “carnal Chon” desde conocernos por su gusto en asumirse con el idioma. Es guitarrista, estudió literatura y fue prototipo de la contracultura californiana entre el punk, los Beat y la psicodelia; hasta que vino a México para ayudar como observador en las comunidades zapatistas ante los ataques paramilitares y se quedó veinticinco años en Mazatlán.

Este post podría volverse un libro… o hasta un disco de cuánto hay por contar sobre ellos. Otras personas podrían reseñar mejor la influencia del Mago, como Tim Trench, quien acompañó sus escenarios y enseñó estructura musical. También lo hizo Chon, y le regaló una guitarra; de él conservo varias cartas escritas (sí, correo postal) y en una libreta amarillenta, mis notas con docenas de divertidas anécdotas que él mismo pensó en novelar.

Mago a sus dieciocho fue voluntario a la guerra de las Malvinas. Como en muchos casos, el oficial abandonó a su tropa bajo la orden de avanzar, pero él los convenció de refugiarse del ataque hasta ser rescatados. Lo encarcelaron por desacato, salió del país rumbo a México, naufragó de camino, consiguió una credencial de elector luego del temblor del ’85, se asumió nacionalizado y se encaminó a SanCris hasta su cuartito “cabina” con vista a toda la ciudad.

Chon a sus dieciocho libró el reclutamiento a Vietnam, aunque preparó un salvoconducto. Como muchos niños, quedó marcado por el asesinato de Kennedy y ver en TV el de Oswald, según me dice, y por la crisis de los misiles en Cuba, según mis notas, cuando su mamá le dijo que el mundo podría terminar. Casi resulta lógica su pasión por Grateful Dead y exprimir cada minuto de vida a través del surf, la psicodelia y el desmadre de su alter ego alcohólico, George Mess, a quien recuerda con cariño ya viviendo tranquilo frente al mar.

Este post da para una obra de teatro… con sinfónica para incluir a toda la banda tocada por sus palabras y acordes. “Qué horrible pasar todo un día sin música”, decía el Mago, a quien otros editaron sus textos -De lo cotidiano y el río- o hicieron videos póstumos. De Chon no hay ningún link a su obra, porque rompió esa parte del ego en su época de psiconáutica hippie, lo cual podría dar cierto valor histórico a mis notas amarillentas.

Sergio (Mago para algunos) me mostró que la canción está viva, evoluciona; de pronto era balada o reggae, inspiraba a los músicos a fluir y experimentar, dejando a los fiesteros con la sensación de haber oído algo importante desde el escenario: “La plenitud en términos espirituales, nada más importa; pueden estar todos los demás como pendejos, pero la Música es otra cosa. Pertenece a la tierra, pero viene del cielo, no puede ser de otra manera”.

Mi Carnal me mostró la determinación de ser uno mismo. “Siempre ten un hobbie, actividad física y come bien”, me indicaba, y carajo, le sigo haciendo caso a medias. Una vez se armó la fiesta en la cocina, donde él dormía, y de pronto nos corrió a todos a mi cuarto a pesar de la oferta de cambiar esa noche. Con la contundencia del simple respeto a su espacio, me cuestioné una vida de hiper-decencia postergando mis necesidades para quedar bien.

Ahora, absorto en este blog, paso días sin música, comiendo a deshoras, en el desafane social y ni pienso en practicar guitarra. Sin embargo, hace poco sentí la presencia del Mago en una ceremonia y comparto con Chon chatcitos y posteos sobre esos recuerdos. Este post es homenaje a sus vidas y un recordatorio en la mía para cultivar mi pasión con ligereza, en vez del esfuerzo disciplinado que todavía me implica escribir.

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