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MI INICIO EN LAS DROGAS

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Se dice que la mariguana es la entrada a otras drogas. Para mí lo fue, y se lo agradezco. Nunca pasé a la dependencia, como la frase insinúa, ni probé esas otras, hasta que entendí mejor la primera y las consecuencias que implican todas. Bajo mi experiencia fresona, diría que la ganja es sólo otra vía de acceso para trabajar la consciencia.

Déjame explicar el punto en este post, claro, a través de tres sentidos: la intención en su uso, la sicología del usuario y la planta en sí misma. Y déjame contarte, a lo largo de esta Temporada, cómo abrió mi visión para redefinir las drogas, entender sus contrastes al probar la coca y los hongos, y ubicar entre la banda las variadas formas de justificarnos el consumo.

En otro texto al respecto dije que probé la mota a los quince, pero por influencia del Di NO a las drogas -y por mera Ley de atracción-, mi poco interés en ellas me mantuvo alejado a pesar de conocer usuarios desde la prepa y la Universidad… al grado de ni siquiera haber visto cocaína al irme a trabajar en antros de Cancún.

Una noche, en el baño del Tequila Rock, un Hell Angel gigantesco me abordó para pedir unos gramos; le confesé al ombligo no conocer de eso, y me dijo con incrédula exigencia que yo era un mesero en Cancún, y como tal, debía saber cómo conseguir coca. Y tenía razón… y menos mal que ya había orinado, para correr a buscar a un colega que decía ser bien cocodrilo.

Meses después, en mi primera noche en SanCris, me convidaron de una bolsa llena de yerba que costó $50 nuevos pesos de aquel 1997. ¡Qué presentación! Tras medio año, comencé a fumar más seguido al mudarme a la “comunidad rosa”, unas casitas donde ya rentaban unos chavos locales de esos que se metían hasta el dedo; con ellos desarrollé tolerancia al efecto, probé la coca y dilapidé mis tardes viendo Los Simpson y Dragon Ball.

Y en ello, descubrí cuán fácil la mente elige usar la mota para evadir la realidad fomentando un hábito, en vez de interiorizar esa percepción que potencia la creatividad. De esto y más te contaré en adelante, porque el punto era por qué digo que la mariguana, con toda la contracultura que le rodea, es otra puerta para abrir la consciencia:

 

Intención de uso

No hacen falta drogas para conocer un estado alterado de conciencia; basta con soñar, correr un maratón, una buena catarsis o una larga práctica de meditación. Por eso los precursores sólo son otra llave de entrada, y nuestra cultura valida el alcohol por ser el que aturde el entendimiento, mientras que apenas reivindica la cannabis en lo medicinal. Lo importante en todo caso, es el motivo para alterar la mente.

“La intención es lo que cuenta”, se dice para validar un mero intento; pero su sentido es muy literal cuando se trata de algo superior al quiero o espero. Es esa fuerza, ya sea voluntaria o del inconsciente, que genera acciones y hace que pasen cosas. En mi caso pues, supongo que probé la ganja por rebeldía, la conocí para modificar mis estructuras, y ahora la trabajo para interiorizar sus potencias y superar mi vicio.

 

Psicología del usuario

No imagino qué condiciones llevaron al Hell Angel a intimidarme con frenesí, cuando el mesero/dealer tardó horas con su coca; o aquellas de alguien en la comunidad rosa, para trabajar en una farmacia con el fin de traficar y consumir medicamentos.

Desde mi cómoda experiencia, no dependiente, quizá fue más fácil distinguir el uso lúdico de la yerba frente a los cambios que estaba provocando en mi percepción del mundo. A pesar de caer en el hábito y luego en su abuso en el desierto, también me llevó a reevaluar mis relaciones, mi profesión y los verdaderos motivadores en mi vida.

 

La planta misma

Siento que la planta te lleva a donde tu mente quiere ir, quizá porque combina sus efectos de acuerdo a cada persona. Si te sientes juzgado o nervioso, te pone paranoico o te dan taquicardias; pero si te quitas atención, la mala onda se pasa. Justo como en la vida y con las demás drogas.

Una intención clara, sabe que lo único bajo control es el propio mundo interno y la decisión sobre cómo sentirnos ante lo que nos pasa. Y si bien la Ganja abre esa puerta para enfocarse y crear cambios positivos, el riesgo es justo su contrario: la distracción, el letargo y la simpleza estática. ¡Gran Maestra, ella! En otro post te cuento cómo percibo su espíritu.

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