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SER VOLUNTAD

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En mi bitácora psiconáutica hay temas recurrentes por mis pedos psicológicos, pero otros parecen surgir de alguna sabiduría interna o hasta del mismo enteógeno. Mi concepto de Voluntad no se sustenta en lo filosófico o como cualidad de la personalidad, tanto como en esos paquetes de enseñanza etérea recibidos cuando se viaja al mundo sobrenatural del inconsciente.

El tema se repite a partir del octavo viaje de hongos en Huautla. Una profunda auto iniciación en la que percibí de ciertas maneras el regalo de la intuición, mi nombre armónico, un lavado de pies, el ánima en mis muvieris -instrumentos de sanación wixárika-, el cumplimiento parcial de mis trabajos, y entre todo eso, la súbita certeza de Ser Voluntad. Un pedacito del Todo; no soy mi mente ni mis emociones, herramientas también, no soy mi pasado, mis necesidades adquiridas ni mis chaquetas mentales.

Comprendí la voluntad más allá de una fuerza que obliga hacer algo difícil o la virtud cristiana de someterse a la divina. Entiendo si hay gozo en elegir la sumisión para evitar decidir, pero zafarse de responsabilidades le quita lo libre al albedrío en su función de generar progreso… o sea, se vale elegir lo cómodo en la vida, aunque la vuelva menos genuina. Una decisión razonada sólo cobra sentido cuando rinde frutos tras superar cualquier tipo de sacrificio voluntario.

Yo creo en la visión de los Linterna Verde planteada por Sinestro: “La voluntad es la mayor energía del universo”. Esto resulta similar entre tradiciones místicas donde incluso precede en el origen al amor, ya que el Uno se divide por decisión propia y se genera en trinidad. Al saberme un fotón de esa Luz entendí el honor y responsabilidad de poder proyectarla para hacer que las cosas pasen, así como la sombra que representa el miedo cuando me hace dudar de semejante potencial.

Estaría padre un anillo que materialice la voluntad, pero en su lugar la concentramos con la intención. Sin esa reflexión consciente y libre al decidir cada propósito, las acciones movidas por simple deseo o costumbre terminan construyendo obstáculos con nuestras verdaderas necesidades. Y sin anillos de poder, eso de aplicar el albedrío para manipular la realidad física parecería cosa de magia.

En tal caso, la intención se impulsa con recursos de diferente nivel de energía propicios al objetivo y, desde un ritual de sangre hasta una ofrenda de flores, coinciden algunas formas de proyectarla. La más común es la palabra, capaz de mover vibras y conciencias ya sea en forma de conjuro, rezo o discurso político. O a través del plexo solar, centro de la voluntad donde el hinduismo ubica el sentido de control y coordinación, así como Carlos Castaneda, el punto donde surgen los hilos de luz que nos conectan en un plano sutil.

Pero en lo cotidiano, cada meta cumplida por alguien es magia en ejecución de su voluntad. A ese nivel de manejo se refieren muchos ejemplos en la bitácora, como al descubrir que mi pensamiento obsesivo la opaca con una sensación de apremio y confusión en mis procesos (miedo, al fin); o también que su fuerza no se refiere a controlar las cosas, sino a fluir con intuición por donde mejor me resulten y estimulen a tomar acciones en una disciplina gustosa.

Recuerdo a mi papá preguntándome de niño “¿Qué vas a ser en tu vida?” y mi desconcierto cuando decía “‘Astrónomo’ es lo que vas a hacer en la vida”. En mi viaje 37, una simpática visión me convirtió en la oruga de Alicia escribiendo con humo “Who-R-U?”; la imagen cambia y aparece mi M. Uru quien me cuestiona ¿Quién eres? ¿De dónde vienes? ¿A dónde vas? Siempre me costó responder, pero en eso recordé que Soy Voluntad y las tres se resolvieron por sí solas bajo una base de auto aceptación y progreso constante.

El libre albedrío trabaja como antena para el Yo inferior y cuando siento esa conexión le llamo entrar en “modo Voluntad”. En algunos viajes lo percibí como una burbuja de realidad por encima de pensamientos, emociones y hasta del tiempo; y en otros comprendí que también es un estado de conciencia usual al que puedo entrar, obvio, voluntariamente. Incluso se me ocurrió un gesto y sonido de acceso, lo cual resulta ser un anclaje gestáltico.

Mis viajes combinan estos paquetes de enseñanza, visiones y pedos psicológicos, con algunos ejemplos flagrantes de cuándo cedí mi voluntad, así ante el bullying como en el desierto, o a diario frente a la desidia. Retomarlos para compartirlos requiere algo de esa fuerza disciplinaria, pero disfruto el sacrificio de concentrar toda mi intención en lograr que esto sirva en varios sentidos.

Ante el fácil estímulo de tantas comodidades planeadas para no ejercitar la razón, yo elijo participar en los experimentos de mi alma conmigo y proyectarte esa intención con una idea de entre mis líneas: “Yo no soy… Somos la Voluntad primigenia, absoluta y más poderosa que todos los corporativos y los Anunnakis”.

 

“Soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma.”

-Invictus- William Ernest Henley.

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