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TRABAJAR CONMIGO

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Mi mamá me llamaba “ajonjolí de todos los moles” cuando no me veía en casa por andar en varios proyectos escolares, si no es que también aludía a mi dispersión en gustos y talentos sin explotar. Buscar lo mío se volvió todo un Trabajo de vida que sólo prosperó al dar atención a mis emociones y asumirlas con responsabilidad.

Observarse para enfrentar los pedos del ego es labor de Guerrero, decía en ese post, y en otro sobre mi Labor de sanar, narré el origen de aquel proceso psicológico. Mi chamba personal fue la clave para ampliar la profesional -de comunicador a terapeuta- y encontrar en su síntesis la vocación que hoy guía mis actos. Para lograrlo necesité media vida, algo de asesoría profesional y experimentar conmigo desde siempre de muy diversas maneras.

De niño me costaba socializar, una psicóloga sugirió cambiarme de escuela y eso mejoró mi convivencia, aunque no me libró del bullying por chaparro y matadito. Variaba de hobbies, coleccionaba cosas y veía caricaturas de forma que aún recuerdo trivias inútiles de los años setenta, pero empecé a darme licencias de bicicleta y bote pateado en la calle.

Al pasar a la secundaria decidí dejar de ser un nerd, antes de ser rebautizado así por cierta película, con la gran idea de agarrar mi primera peda. Renové mi guardarropa para ir a las discotecas, así como los “amigos” a los que me había sometido. Luego tomé clases de guitarra, conocí a la banda metalera sateluca, muté de vestuario y de tribu urbana -eran pocas antes-; pero todo volvió a cambiar y comenzó a ubicarse en la prepa, entre amistades más auténticas.

Mi cuarto fue un mural en estos ensayos de personalidad. Los posters de la SECTUR con paisajes fueron sustituidos en mi etapa fresa por dos Lamborghini y Heather Thomas detrás de la puerta, con cajetillas de Marlboro pegadas alrededor. Mi ingreso al heavy metal añadió a la instalación una diana grafiteada para dardos, antes de tirar todo para colgar las fundas de mis diabólicos discos de vinil. Por último, cerré el ciclo al regresar los carteles turísticos a sus paredes blancas.

También tuve asesoría en orientación vocacional. Entre mis opciones de Psicología y Arquitectura, me recomendaron con acierto estudiar Comunicación. Vaya si la carrera reflejó mi búsqueda de diversidad al aprender poquito de muchos temas -ajonjolí de varios moles-, misma que igual se manifestó en preferir los viajes a comprarme cosas, en tener relaciones a distancia o en ponerme a prueba con vivencias un tanto inusuales…

Una vez me volví ciego durante una semana. Usé día y noche unos goggles pintados de negro, recorrí la casa con el tacto, salí a la calle con bastón y a los bares con amigos, visité a mi novia en Cuernavaca, escribí diez páginas al respecto en una máquina vacía de tinta y fui la botana de la banda de formas que jamás nos permitiríamos con un invidente real.

Sí, ya me han dicho que estoy medio loco. Mi tercera visita al psicólogo fue después de volver del desierto. Había mucho que procesar entre mi reciente práctica laboral -igual de inestable-, fuertes conflictos legales y familiares, regresar a casa de mis padres y el proceso inconcluso de aterrizar mi experiencia fuera de la ciudad… lo cual comienzo apenas, 25 años más tarde.

Unido a ser disperso y distraído –antes no teníamos TDA, ni fui hiperactivo–, cargo el hábito de procrastinar. El blog está lleno de ejemplos de trabajo personal y encontrar lo mío en la vida es sólo uno resuelto a largo plazo, porque esto también incluye toda talacha cotidiana como los hábitos de limpieza y renovación, ajustar los consumos y el carácter, o saber programar actividades y sortear sus obstáculos con intención.

Hoy escribo para interiorizar el ego, conservo mis estudios clínicos, deseché mis etiquetas compradas y veo cómo, sin quererlo, me confirmé en mis experimentos. Por su parte, trabajarme con los honguitos en Huautla fue una capacitación intensiva para probar mis herramientas y hacerme de unas nuevas, como la señal de ser mi propio maestro y poder canalizar mi voluntad en la vida en vez de espolvorearla como ajonjolí en mole.

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