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TRABAJAR EN LA CONSTRUCCIÓN

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Lo que me enseñó mi ejercicio como chalán de albañil fue a levantar y fundar una estructura propia. Además del contacto con la tierra y el oficio artesanal, este sentido de mi Trabajo físico me conecta con el de vida en sus aspectos mental, emocional y místico por cómo aterriza una premisa básica de mi experiencia: Yo digo que venimos al mundo a aprender.

Ser feliz o encontrar el amor también lo requieren y no pretendía eso en el desierto. Mi idea inicial era una especie de curso intensivo en labores de campo, pero decidí continuar con la instrucción, literal, hasta donde el cuerpo aguante; y a pesar de referirme a construir un mero muro de rocas, cada parte de la talacha simboliza cinco esfuerzos internos de adaptación.

Primero me puse a mover piedras de unas ruinas cercanas. Tomé muy en serio la idea de acercar unos montones al camino para irlas subiendo a la combi de Renato y llevarlas al terreno; en tres días agoté mi ansia con un ímpetu que le resultó extraño a su familia y un regalazo al ojete que en una noche se llevó mis rocas separadas en grandes y medianas.

En otra ocasión fuimos a comprar arena al río, donde la criban en grandes cúmulos y suben a paladas hasta llenar un camión de volteo. Un hombre mayor afirmó echarse hasta tres en un día. Yo no alcancé a subir mi segunda palada, quedé empanizado y la carcajada grupal sonó a que todos vieron venir esta lección sobre mis límites. Cuando pudo contenerse, mi amigo Miguel me pidió no preocuparme: “hay que habituar el cuerpo a este jale”.

Buen maestro ese muchacho. Lo suyo no era la construcción, pero le sabía sus mañas y me enseñó varias con esmero al ayudarle a levantar una parte del citado muro del terreno. Cómo intercalar piedras según la cara que presenten, mover la empuñadura de la herramienta para apalancarse, cambiar posturas y muellear para no torcerse, junto con más detalles que luego de unos meses, olvidé por pacheco y ahora descubro cuánto aplican en la vida.

Ya no podría hacer una mezcla con elementos naturales. Recordar la tierra local que amarra mejor en su proporción con arena o grava, la forma de amontonarlas para echar el agua con los movimientos de pala que revuelven sin desparramar, ni otros datos con magia, como su costumbre de rodearla en sentido contrarreloj (lo cual disuelve o, al contrario, condensa) y sus historias de cuando hallamos amuletos metidos entre los adobes de unas ruinas.

La quinta chamba ruda fue excavar los cimientos para un cuarto de unos tres metros cuadrados. Aunque no es mucho y el tepetate estaba a poca profundidad, el suelo va endureciendo hasta donde ya no entran el pico ni las técnicas de empuñadura en un obrero novato y distraído, pero… ¡Ah! Qué macho me sentía con mis manos curtidas en cicatrices.

Acepto en todo esto una rara compulsión a mostrarme menos fresita y a ubicar mis extremos a través del dolor. Pero también se le integra el entrañable legado “Hágalo usted mismo” de mi papá, así como su respeto a éste y todos los oficios; mi gusto infantil por colarme a jugar en las obras o armar castillos con almohadas; y la arquitectura como tercera opción de carrera por el romanticismo pasajero de hacer mi propia casa.

Además, me han invitado a la Masonería, lo cual se relaciona con edificar y no con brujería ni cultos conspirativos. No veo en mi aprendizaje su disciplina protocolaria ni ciertas políticas internas, sin embargo, elogio su labor fraternal por difundir el conocimiento para construir la personalidad. Ahí conecta mi Trabajo de vida en su aspecto emocional, en estudiarse cada día o al menos, como en este post, interpretando símbolos en mis esfuerzos de adaptación:

Reconocer que la intensidad obsesiva por llevar una carga puede causar perderla. Explorar los límites de mi capacidad con inclinación humorística sobre sus resultados. Entender que mi mente acentúa con mota su hábito de distraerse en clase. Interpretar los procesos simples como reflejo de la mezcla de símbolos más elevados. Sentir los golpes de tocar fondo hasta delinear el marco donde cimentar… y más.

Al fundar y levantar, ya sea piedra o la moral, con herramienta y músculo, sin duda se construye fortaleza y otra perspectiva de la correspondencia -como es afuera es adentro-. No fui feliz ni encontré el amor, pero aprendí un chingo; no fui albañil, artesano ni agricultor, pero probé cuánto me edifican; no podría hacerme una casa, pero comencé a ser arquitecto de mis estructuras.

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