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VIAJE ESPEJO 3: EUROPA

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Gonzo
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Los meses de verano que llamo “viajes Espejo”, están llenos de coincidencias con las Temporadas del blog. Obvio, se ve lo que se quiere ver y más si se pone atención en hallar similitudes, pero cuando dejan de ser casuales y parece que pasan por algo, a mí me gusta interpretarlas en tres sentidos: pueden ser regalos, señales o pruebas… sin divagar de parte de quién.

Mi verano de 1992, de mochilero por Europa, fue de inicio un regalo de papá para afianzar la universalidad de mi reciente carrera. Lo presumo, así de fresa, por su doble esfuerzo al ofrecer lo mismo a mi hermana y porque me comprometió con la planeación y el ahorro; desde dormir en trenes de ida y vuelta a una ciudad, hasta el exceso de alterar la vigencia del boleto prepagado Eurail Pass.

Algo de eso proyecté en este viaje, que refleja mi año en Huautla por haber sido una etapa de aprendizaje que puedo ligar con la Comunicación -mi materia de estudio-. La experiencia de cada lugar fue el mismo desmadre para explicarse, pero su energía propia hizo muy distinta la capacidad de entenderse.

Así como Huautla, el entorno europeo me mostró que la palabra pierde poder ante la expresividad cuando no coinciden los idiomas, tanto en neerlandés como en mazateco; pero igual hice un intento vago por aprenderlos al decir “Salud” según la tradición local, aunque fuera para ofrendar brindis y no una reverencia como Nda li -Buena luz-.

Veo el reto mental de comunicarme con otros pueblos, como una señal del trabajo que me cuesta darme a entender y lograr claridad conmigo mismo. Para lo primero, tuve que adaptarme a las variantes personalidades entre países, y las mías con las de Chente, gran amigo y compañero de rol, con quien los malentendidos fueron en español. Y en busca de claridad interna, es justo por lo que en la sierra me la pasé viajando entre las naciones y personajes de mi mente.

En ambos casos, el trabajo fue tan divertido como formativo. En Europa estaba al inicio de mi carrera y de mi indefinición vocacional, mientras en Huautla ya había cambiado de giro para hacer camino en mi labor de sanar. Durante el primero, escribí uno de esos diarios que empoderan el ego, pero años después lo perdí; en el segundo, hice una bitácora para poder encontrarme e ir perdiendo partes de ese ego con el tiempo.

Visitar otros países fue una prueba a la independencia de mis veinte años… porque en el tema de las drogas, no probé nada. Sólo fumé hachís dos veces y un junkie me explicó el significado del término al “pedirme” dinero. Vaya, ni un toquecito pedí en las Coffeeshop de Ámsterdam, pero eso sí, fue como un tour cervecero multicultural.

Exponerse a revelar miedos ocultos en un viaje psicotrópico, es una forma de sanar el inconsciente. Algo similar sugiere el cliché de “los viajes ilustran”, porque hacen a la persona más universal al abrir su perspectiva para comunicarse y confrontar riesgos o miedos. Yo temía perderme en las drogas, pero no me preocupaba dormir ebrio en los parques. Un ejemplo en dicha ciudad, lo engloba todo:


Caminaba con otros tres mexicanos, por donde las chicas se exhiben en vitrinas; de pronto, un indigente pasadísimo ríe a carcajadas señalando mi entrepierna, y al evitarlo, veo al otro lado del canal a la réplica de mi amor platónico abriendo su cortina. Chente sigue mi mirada atónita y exclama “¿No…? ¡No wey, no es ella!”. Pasamos tanto tiempo admirándola que se juntó una multitud y ella, incluso, me hizo una seña para que entrara.


Pero no me atreví. No estaba en mis parámetros usar ese servicio, éticos o económicos, y en verdad tenía idealizada a la otra chica. Terminé ahogando penas con los amigos, dos calles más lejos, en una típica cantina mexicana con posters de Piporro y José Alfredo en la rockola. Encontrar ese bar insólito fue un regalo; la expresividad del indigente, una señal caótica; pero verme en la posición de cuestionar mi enamoramiento, fue toda una prueba.
 

Claro, las coincidencias a las que me refiero pueden ser algo más complicado; sólo sugiero algunas en mis tres viajes Espejo, para irlas enlazando con sus Temporadas ya sea que se sincronicen por mis amistades, la pérdida de mi inocencia o mis niveles de comunicación. Pero ya entrando en detalles, puede que venga al caso interpretar si pasaron por ser un regalo, señal o prueba… y hasta divagar en de parte de quién.

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Curador editorial: Alex Ayala - Diseño y programación: Daniel Botvinik Dbcom - Ilustración: Alejandro Gutierrez "Choco"

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